Se oían gritos en cubierta, el agua entraba
por las puertas de los camarotes. Mientras tanto, un hombre robaba en la habitación
más lujosa del Titanic, la 115.
-
Una joya más, la última – se decía. – Me esperan en un
bote.
Media hora más tarde, con los bolsillos a
reventar salía de allí como el hombre más rico del barco.
Acudió al punto de encuentro y vio que, en
ese momento, el bote se alejaba del transatlántico. Creyó que un salto sería
suficiente, pero no contaba con el peso de más de lo robado. Las joyas lo
sumergieron hacia las profundidades y él se dejó arrastrar.
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