miércoles, 29 de abril de 2015

LA TORMENTA

Me arrojaron al mar desde el barco en plena tormenta. Las olas enfurecidas me recibieron sin apenas notar mi presencia; ni tan siquiera pude salpicar cuando caí inerte en sus aguas. Éstas, a pesar de sus intentos, no lograron sumergirme al fondo, al olvido. Me dejé  llevar durante un tiempo por las corrientes, ajena a la suerte que habrían corrido los desesperados, hasta que, sin poder luchar más contras las aguas, desaparecí.
Tal vez si me hubiesen guardado en una botella habría sobrevivido mi tinta emborronada. Quizás alguien me hubiese leído, salvándoles después.

miércoles, 15 de abril de 2015

EL BEBÉ

La mujer entró en la habitación mientras el bebé descansaba en la cuna. Le acarició la mejilla comprobando que continuaba frío. Salió por la puerta tranquila, no sin antes echar un último vistazo a su añorado ángel. Desde el último latido de su pequeño corazón, nadie respiraba en la casa.

LAS ESTATUAS

— Cuenta la leyenda — decía un padre a su pequeño guiñándole un ojo y señalando las estatuas — que sólo revivirán cuando el hijo del diablo se apiade de ellas.
— Pobrecitas, ¿no? — contestó el niño.
Y mientras las figuras cobraban forma humana, añadió — ¿para qué darles esperanzas? Yo directamente las habría aniquilado — zanjó cerrando el puño.
Los dos hombres explotaron en mil pedazos.

— ¡Ése es mi chico! — rió a carcajadas Lucifer mientras le revolvía el pelo a su retoño.

miércoles, 1 de abril de 2015

SOLEDAD

El dibujo pertenece a la ilustradora Blanca Bk

La casa está en silencio salvo por unos siseos producidos por el arrastrar de unos pies cansados. Su dueña, una anciana con un moño por peinado y una piel que huye del sol y de la plancha, pasea por el salón de un lado a otro.
Se detiene en la chimenea y acerca sus manos al calor del fuego. Pero su frío es interior y ni el horno más potente podría templarla.
El marco que descansa allí, llama su atención y lo recoge con una dulzura extrema.
- ¿Qué fue lo que te atrajo de ella? – piensa mientras nota cómo le escuecen sus ojos y le tiemblan sus labios. – Te lanzaste de lleno en sus brazos sin pensar en mí, una frágil anciana.
Camina por la casa, con la fotografía pegada a su cuerpo mientras continúa.
- Yo, que he vivido más de lo que querría, que me quedaba ya poco por ver. La preferiste a ella y me dejaste sola a mi suerte.
Mira la fotografía de nuevo.
- Tú, que eras mi única compañía, mientras que ella tiene todo lo que siempre amé.
Se acerca a un pequeño altar donde coloca con cuidado el marco junto a otros que tenía colocado allí. Velas blancas encendidas para los ausentes los acompañan.
- Te los has ido llevando uno a uno.
Llora desconsolada mientras se aferra al aparador donde descansan ahora todas las fotografías. Agotada, vuelve sobre sus pasos y se dirige hacia un sofá en el que se sienta ayudada por un bastón que había cerca.
Cierra los ojos y reposa mientras un reloj de cuco se asoma decidido cinco veces y se esconde después de haber cumplido su tarea.
Su memoria, aunque a veces se niega a recordar lo que ha cenado la tarde anterior, le gasta una broma pesada reviviendo, segundo a segundo, como una película a cámara lenta, lo sucedido la tarde anterior.
El semáforo se había puesto en verde para ella. Cruzaba con lentitud el paso de peatones. Por otro lado, el coche que venía a gran velocidad. Se quedó paralizada. Después, todo se volvió negro.
- Aquél era mi final, no el tuyo. Me salvaste la vida y, huyendo con ella, desbarataste la mía – susurra con los ojos cerrados. – Leal hasta la muerte. Pero yo me quedo sola, sin nadie. Sin mi fiel y mi linda compañía. Mi perrita. Giulietta.
Sale, con su habitual lentitud, al jardín, donde la tierra movida y las flores hablan a gritos que alguien duerme eternamente allí. Se dirige a aquel lugar y siente que su alma está gris, contrastando con el brillo del sol y el canto de los pájaros. Pero no oye nada. Espera a su enemiga. Aunque sabe que se harán grandes amigas. Porque, al final, la vendrá a buscar y recorrerá el camino que otros anduvieron antes. Seres amados de los que no pudo despedirse la acogerán entre sus brazos. Giuletta brincará entre ellos exultante de alegría.
- Un momento – piensa. - ¿Eres tú? ¿Vienes a buscarme? La hora ha llegado.
Y la paz la inundó.