martes, 1 de julio de 2014

MI VIDA POR UNOS ZAPATOS

Bajé del coche y estiré las piernas. Bostecé. Sonreí imaginando a Marta mirar la hora y pensando en mí. Eran las doce de la noche. Había conducido hasta el agotamiento. Por la mañana continuaría mi regreso a casa.
Vi un vagabundo que se acercaba tambaleándose. Ignorándolo, me dirigí al motel.
-         Eh, tú, ¿puedes ayudarme con algo? – gritó.
-         Lo siento, no tengo suelto – dije palpándome los bolsillos sin volverme.
-         Entonces dame tus zapatos.
Seguí caminando.
-         He dicho que me des tus zapatos – amartilló una pistola y el tiempo se detuvo. Me giré despacio y vi su sonrisa desdentada.
-         Vaya, ahora que tengo tu atención, tus zapatos serán míos.
Intenté disuadirlo pero seguía en sus trece. Al seguir tambaleándose, me lancé contra él en un intento de quitarle el arma y caímos al suelo. Se disparó. Mis manos fueron a la herida. Muerto de miedo, tiró la pistola y escuché sus pisadas alejarse en la grava. Mientras cerraba los ojos, oí gritos que se hacían más fuertes. No volvería a despertar a Marta con un beso en su mejilla.

El suelo se fue tiñendo de rojo y mi corazón dejó de latir antes de que llegase la ambulancia.

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