lunes, 28 de julio de 2014

EL VUELO DE LOS LIBROS


El sonido anual inundaba las calles. Millones de aleteos llenaban de música celestial los oídos de los niños que correteaban felices intentando atraparlos. Los libros cubrían el cielo y no dejaban traspasar la luz del sol.

Algunos ya habían elegido a su dueño y bajaban en picado como águilas hacia su presa, que esperaba impaciente con las manos abiertas o corría presurosa y se escondía detrás de la puerta de casa. El libro, en este caso, alzaba el vuelo en busca de otro a quien amar.

Un mendigo atisbaba en las sombras en busca del libro de Mark Twain. Tal vez le pudiese sacar de aquel atolladero donde andaba metido. Pero nunca se dejaba atrapar y huía burlándose de él.

Ha pasado un año desde entonces y vuelve a oírse el peculiar aleteo. Esta vez nadie sale a recibirlos. Están metidos en sus hogares con Internet, Ipads, Ipods, Ebooks y demás tecnologías. Se han olvidado del olor de sus páginas recién imprimidas, de su textura.

Los libros, heridos, caen lentamente intentando alzar de nuevo el vuelo pero es demasiado tarde. Yacen marginados junto al polvo del camino.

El mendigo recoge con ternura el que durante tanto tiempo ha sido la fuente de sus esperanzas. Lo lee, lo relee, pero la magia ha desaparecido.

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