viernes, 26 de septiembre de 2014

NOCHE CON SORPRESA

Tumbada en el escalón de la Pirámide Maya, Luz observaba el cielo estrellado. Bostezaba una y otra vez sin poder contenerse. Se frotaba los ojos y los volvía a cerrar.
-         Vamos, tienes trabajo que hacer – gritó alguien.
Ella se levantó enfadada y se dirigió hacia el bosque. Las ramas se le enredaban en el cabello y las rompía. Los adornos que llevaba se enganchaban y debía pararse continuamente para arreglarlos.
Llegó a un pueblo y se dirigió al bar más cercano.
-         ¿Me invitas a una copa? – le preguntó a Juan, un joven que estaba apoyado en la barra, con su mejor sonrisa. – No me mires así. Soy animadora en las Pirámides que hay cerca de aquí – dijo señalando hacia el bosque y se rió. Le miró de reojo mientras cogía de su mano la copa que le ofrecía.
Durante un par de horas rieron y hablaron hasta que se miraron a los ojos.
-         Ven conmigo – le susurró Luz al oído arrastrándolo después camino del bosque.
Él se dejó llevar mientras ella le retenía las ganas escapando de sus manos juguetonas. Corría delante de él sin dejarse atrapar.
Llegaron a las pirámides en poco rato y comenzó el ascenso.
-         Tengo una fantasía – le había dicho al oído – y a Juan se le abrieron los ojos como platos.
Llegaron a la cima exhaustos. Y cuando él esperaba el ansiado beso, se encontró volando en el aire. Ella había accionado una palanca dejándolo caer.

-         Mi tarea ha terminado – dijo bostezando. - Ahora podré dormir cien años más.

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