Ernesto estaba
trabajando cuando llegó su jefe.
-
Buenos días – saludó éste quitándose el sombrero.
-
Mierda – pensó al recordar que había olvidado el suyo
en el perchero de casa.
Le empezaron a sudar las manos; durante unos segundos ni una palabra acudió a
su boca, hasta que tuvo una idea:
-
Buenos días – dijo quitándose la cabeza y volviéndola a
colocar en su sitio.
Ante los ojos desorbitados de su jefe
contestó a modo de excusa:
-
Lo siento, me he dejado mi sombrero en casa – y siguió
trabajando.
A veces se me va un poco la cabeza... Espero que os haya sacado una gran sonrisa. Con eso me conformo.
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