martes, 20 de mayo de 2014

LA ESPERA


La guerra, aunque lejana todavía, había llegado.

-         Espérame – le había dicho poniéndose el macuto al hombro. – Regresaré.

Su promesa la mantenía viva y anclada allí a pesar de la proximidad del peligro. Todos los días acudía a la playa y se sentaba a esperar mientras contemplaba las olas chocar contra la orilla. Pero no tenía noticias suyas.

Un avión pasó entre las nubes mientras las gaviotas se alejaban chillando.

No quería llorar. Luchaba contra esas traidoras que asomaban a sus ojos pillándola desprevenida.

-         Volverá – pensaba, mientras cada día que pasaba lo sentía más lejano.

El avión regresó y rompió la barrera del sonido. Mientras se tapaba los oídos, vio algo que caía y su cara reflejó el terror al descubrir la bomba. Pensó en él. La onda expansiva la empujó decenas de metros por la arena sin sentir apenas nada. Una luz la cegó. Cuando logró abrir los ojos, descubrió que todo había cambiado, a pesar de seguir en la misma playa: el mar estaba tranquilo, no había rastro de aviones y ni siquiera las lágrimas la acompañaban. La calma lo inundaba todo. Se volvió a sentar en el mismo sitio. Tarde o temprano, regresaría.

 

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