viernes, 30 de enero de 2015

EL CHIRINGUITO

Las calles mojadas y el cielo gris pintan de una forma tan clara mi interior que asusta.
Espero en la terraza mientras anhelo las risas y los susurros de clientes que no llegan. A ratos cojo una servilleta, la arrugo en la mano hasta convertirla en una bola y la lanzo a la papelera más cercana.
El frío me hace refugiarme en la chaqueta y calarme el gorro de cocina hasta no ver nada. No oigo pasos, así que me relajo en el respaldo del asiento. Me caliento los dedos con mi zippo y observo cómo se consume mi cigarro. A veces saboreo una enorme calada que me hace toser.
    Si tan sólo me hubiese asegurado de apagarlo bien antes de tirarlo a la basura… — pienso.
Las llamas lo engulleron todo. El chiringuito fue pasto de ellas durante la ausencia de los bomberos. La lluvia fina que salía de sus mangueras intentaba aplacar su fiereza pero no sirvió de nada. Aquel agua calmaba mi calor interior. Los bomberos se fueron cuando no se pudo hacer más. Sólo yo seguí al pie del cañón como el capitán de un barco que naufraga.
No busco espejos, no quiero ver mi imagen. Aunque ni siquiera sé si mi copia tendría el valor de mirarme a la cara.
El calor penetra en mí como un torbellino juguetón.
Mientras llueve de nuevo, refrescándome, pienso:

    Qué diferente sería mi vida si no hubiese deseado quemarlo todo y desaparecer.

1 comentario:

  1. ¡Qué primera frase tan impresionante! Me ha gustado mucho cómo has pintado el sentimiento de culpa.
    Un abrazo. :)

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