miércoles, 31 de diciembre de 2014

CONFUSIÓN


Felipe cogió una de las dos piedras que había encima de la mesa y me la arrojó con todas sus fuerzas.


El golpe en la cabeza me había regalado un enorme chichón. Veía doble, el cielo tenía un poderoso color rojo y la tierra un pálido azul. Sorprendía a los delfines saltando entre las rocas mientras por las plácidas aguas trepaban las cabras y los rebecos.

- Joder, te pedí que me dieras con la piedra del realismo, no con la de las alucinaciones… - dije llevándome la mano al centro de mi dolor.

- Mierda, ésa era la mía, ¿tú crees que funcionarán dos veces?

Al cabo de un rato, discutíamos acaloradamente sobre la existencia de Dios.

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