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El mundo era un lugar bello y
tranquilo hasta que llegasteis vosotros, seres egoístas, parásitos y
destructores de todo lo bueno.
La madre naturaleza enrojecía de furia. La
caída del último árbol del Amazonas para construir un parque temático basado en
bosques en miniatura fue la gota que colmó el vaso.
Un trueno retumbó en el horizonte.
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Os he avisado miles de veces: he sacrificado a vuestros
semejantes con terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones y tsunamis.
Nunca me habéis hecho el menor caso. Ni siquiera con el cambio climático
reaccionasteis.
Un segundo trueno resonó más fuerte que el
anterior. Los nubarrones cubrían el cielo. La lluvia arrastró la tierra, que se
dejaba llevar porque ninguna raíz la retenía. No había árboles que diesen
sombra. Las llanuras fértiles desaparecieron dejando asomar la roca a la
superficie. Nunca más se pudo cultivar y la vida dejó de existir en el planeta.
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